Desde hace un par de semanas, cuando Nicolás Maduro le declaró la
“guerra” a los especuladores, el país se ha sumergido en un debate
teórico-económico sobre los llamados precios justos y el modelo económico que
actualmente define a nuestra economía. Increíblemente, en principio podría
pensarse que Nicolás tiene razón en su batalla, pues la Constitución Nacional
en su artículo 114 prohíbe expresamente el ilícito económico, la especulación,
el acaparamiento y la usura, entre otras.
Como todo lo
relacionado a la economía, la “guerra económica” es mucho más compleja de lo
que algunos quieren hacer ver. Lo primero es que la especulación si es un mal
en sí misma, y no puede ni debe ser justificada o defendida bajo ningún
concepto en una economía sana o competitiva. Ahora bien, sabiendo esto cabe
preguntarnos ¿Podemos definir el sistema económico venezolano como algo sano o
competitivo? Viendo no solo las cifras, sino la realidad del día a día, resulta
evidente que no.
En este punto se
vuelve importante volver a revisar la constitución nacional, esta vez en su
Título VI que define el sistema socioeconómico de la República, enfocándonos
específicamente el artículo 299 que fundamenta nuestro régimen económico en
torno a la libre competencia, eficiencia, productividad y justicia social,
entre otros. Al contrastar esto con nuestra realidad, vemos que prácticamente
ninguno de estos fundamentos es impulsado, o siquiera garantizado, por el
estado venezolano.
No es casualidad
que la constitución maneje ambos conceptos (especulación y libre competencia)
de la manera en que lo hace, pues cuando esta se escribió en 1999 los
constituyentes plantearon para Venezuela una economía abierta, competitiva y
basada en la iniciativa privada, si bien el estado habría de mantener un rol
fundamental como regulador, rector e incluso participante en sectores definidos
como estratégicos.
He aquí, entonces,
una contradicción clara ¿El presidente de la República está haciendo cumplir la
constitución con su ofensiva económica pero, al mismo tiempo la está
incumpliendo el mismo con las medidas que toma? Pues sí, y al hacerlo mutila el
sistema económico planteado por la carta magna, con lo genera las condiciones
para que esa misma especulación que dice combatir no solo exista, sino que sea
generalizada.
Ese es el punto
fundamental de esta guerra económica, pues más allá de toda la discursiva del
gobierno nacional cada vez que intervienen una tienda de ropa o de instrumentos
musicales, son las contradicciones en el manejo económico, fiscal y monetario
del gabinete chavista las que han creado las distorsiones, distribuciones
discrecionales y los grupos corruptos que dañan seriamente todo el proceso
económico en la Venezuela “socialista” del siglo XXI.
Con ese
desalentador panorama es fácil caer en el pesimismo de que “no hay nada más por
hacer”, falso. Preguntémonos porque en economías tan abiertas como Singapur,
Japón y el mismo Imperio a ningún comerciante se le ocurre especular, o tener
un margen de ganancia que pase del 15%. La razón, sencilla: el que lo intente
sucumbirá no ante uno o dos, sino ante diez o quince competidores que desean
expandir su cuota de mercado, perdiendo toda su inversión y debiendo responder
a acreedores, socios y demás.
Esta es la belleza
de la economía, no necesita de medidas heroicas ni grandes batallas para
funcionar, sino de algo tan sencillo e inherente al ser humano como la
necesidad de satisfacer sus propias necesidades, ya sea como el productor que
desea vender o el comprador que siempre premiara a aquel que le dé mejor
relación precio-calidad.
Será en el momento que entendamos eso como
sociedad, y dejemos los criterios simplistas y las gestas de lado al analizar
la economía, cuando podremos construir un sistema que más allá de garantizar
una simple estabilidad de precios logre su verdadero fin: asegurar la
satisfacción plena de todas las necesidades que podamos tener no solo como
individuos, sino como sociedad y como país, llevándonos así de una vez por
todas a la paz económica…